Lo que nos acongoja; movilidad y un destino desigual en el Distrito Federal y vecinos.
La metrópoli más grande del continente; con 20 millones de habitantes, inseguridad, contaminación y falta de agua se encuentra en una encrucijada frente a una problemática que no se resuelve, pertenecer al Distrito Federal o a su gigantesca zona conurbana.
La Zona Metropolitana del Valle de México está formada por el D.F., el Estado de México y el estado de Hidalgo (incorporados en 2008) cuyos límites geográficos han sido devorados por una expansión urbana sin control, demostrado por datos del INEGI; para el Distrito Federal, hubo un incremento entre 1980 y 2010 de .22%, y para el Estado de México 110.6%. La mayoría de la población que reside en el Estado de México (2.8 millones de viviendas) realiza sus actividades en la capital, y los pobladores que residen en el límite de los dos estados se encuentran en zonas marginadas. Estas diferencias, de acuerdo al Índice de Desarrollo Humano, entre el D.F y el Estado de México, hacen que la calidad de vida en general de las delegaciones capitalinas esté muy por encima de las zonas conurbadas. El D.F con un 26.5 % de población en la pobreza y el Estado de México con 34.8% hacen que persista la preocupación no sólo por la distribución y dotación de servicios públicos a los habitantes, sino también por la priorización de asuntos para aquellos con el poder de decidir. Si queremos impulsar la presencia de México en el comercio internacional, buscar tecnología suficiente para reparar la obra de ingeniería más grande de América Latina, crear programas para mejorar la calidad de educación, buscar la expansión del bienestar en la ciudad (y el país) e invertir en transporte público para una población con una concentración laboral mal planeada, debemos reconocer que es necesario reorientar los planes a futuro, siendo inclusivos en la importancia de la sustentabilidad.
El tema de la distribución y abasto del agua es de particular prioridad, dado que el sistema Cutzamala y sus redes de conducción son insuficientes para trasladar el agua a las 16 delegaciones y algunas de sus zonas marginadas; la tasa de acumulación de los mantos freáticos está rebasada y aunado a esto, las fugas que se registran en la red (cerca de un 40%) hace más claro lo heterogéneo de las necesidades, que sólo giran en torno a algunos habitantes del centro de ciudad. Al igual que el agua, nos encontramos con la situación de los residuos sólidos, seguridad, educación y movilidad, que dejan mucho que desear de nuestra cultura. Nuestra ciudad puede ser dividida en diversas zonas, áreas donde regularmente los predios con mayor valor no corresponden a los de mayor recaudación fiscal, debido a una diversificación notoria de hogares. Es cierto que en estas zonas se encuentran familias con servicios básicos y otras no, pero de igual manera se tienen regiones vecinas que carecen de infraestructura básica, lo que hace casi imposible una generalización poblacional. Los ciudadanos no encuentran solvencia de carencias implícitas, debido a las pobres decisiones y servicios públicos de la urbe.
Se requieren políticas públicas con distribuciones equitativas, donde se tomen decisiones colectivas, para encontrar un camino donde la planeación ciudadana tenga lugar. Si no aceptamos que el futuro del crecimiento poblacional está inminentemente ligado a ciudades que tienden a densificarse, es poco probable que la situación sea siquiera sostenible.
Ximena Adela García Rodríguez.
Estudiante de 6° Semestre de Ingeniería en Desarrollo Sustentable. Dibujante de medio tiempo. Le interesa el urbanismo, ciudades y sociedad. Fan de Rilke.