La vida surgió en el agua.
Alguna vez leí que nuestro primer contacto con el agua se presenta en el momento de gestación dentro del útero materno, el único refugio genuino que alguna vez tuvimos. El milagro de la vida permite el desarrollo del bebé y con esto el atributo del sentido del tacto. Aunque no recordemos el panorama allá dentro, el subconsciente sí, y es por ello que disfrutamos de aquel chorro de agua caliente y revitalizador durante la ducha. Detrás de la palabra agua se alojan diversas interpretaciones, desde la científica (dos moléculas de hidrógeno con un oxígeno), hasta la filosófica: el agua como símbolo de purificación, creación y destrucción.
Recientemente escuché a un hombre decir: el agua no es un recurso, es un arjé vinculado a toda la vida. Mi mente rebobinó aquellos años de primaria en la clase de ciencias naturales, donde nos repetían hasta el cansancio que el agua era un recurso renovable, por lo tanto estaba regenerándose constantemente en función a un ciclo.
El término recurso tiene distintas definiciones, pero las que cabe destacar según la RAE son: medio de cualquier clase que, en caso de necesidad, sirve para conseguir lo que se pretende; y bienes, medios de subsistencia. Lo que tienen en común es que vinculan al recurso con una utilidad o beneficio para cubrir una necesidad. En economía, un recurso es algún elemento que aporta algún provecho a la sociedad y según la ciencia, un recurso renovable es un elemento natural que puede restaurarse a una velocidad superior a la del consumo del ser humano.
En el Distrito Federal el agua proviene de distintos pozos, presas y acuíferos como Cutzamala, Río Lerma, Sistema de Barrientos etc. Debido a que la ciudad se encuentra a 2, 285 m sobre el nivel del mar, el agua debe bombearse y para esto se gastan 2,280 KW/h, lo cual es suficiente para alumbrar a la Ciudad de Puebla. Según SACMEX, al día se consumen 2, 695, 680, 000 litros de H2O. La ventaja es que es un recurso renovable y se regenera rápidamente ¿no?
Esta cifra exagerada no debe retribuirse específicamente al uso doméstico, si no a la industria que ocupa el 45% de agua en la Ciudad. Ésta es una de las implicaciones que tiene la centralización de un estado soberano en un área geográfica bien delimitada. Otro factor que conlleva el desperdicio del 30 al 35 por ciento de la materia hídrica, son las fugas debido a un sistema de tuberías deficiente, ¿dónde ha quedado el presupuesto apilado por impuestos?
Y aun así, en el Distrito Federal el 15% de la población no cuenta con agua; esto depende según la zona delegacional donde se habite. La ONU ha declarado al agua como un derecho humano. Cabe recordar que si no tenemos agua, el nivel de deshidratación haría al cerebro colapsar, los procesos metabólicos no se llevarían a cabo por lo que las células morirían, y éstas son la estructura elemental de todo ser vivo. Por lo tanto ¿Cómo puede el estado asegurar el derecho al recurso hídrico para cada ciudadano?
Hablando en términos globales, el uso descontrolado del material hídrico ha generado dos ciclos del agua que se llevan a cabo a la par: el humano y el natural. Si bien el desarrollo sustentable busca utilizar los elementos de la naturaleza de una forma responsable examinando las consecuencias a futuro, la primera solución para sosegar el consumo desenfrenado es la educación. ¿Cómo? ¿Llevando a cabo campañas de concientización? ¿Por medio de comerciales en TV, radio y redes sociales? ¿Es responsabilidad de las escuelas y/o de la familia?, ¿Resignificado al agua como base elemental para la vida en lugar de simple recurso? Lo dejo a reflexión.
Samantha Arriaga
Estudiante de primer semestre de Ingeniería en Desarrollo Sustentable