Ser feliz siendo ignorante
“Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo. Vino como una enfermedad; no como una certeza ordinaria, o una evidencia. Se instaló solapadamente poco a poco; yo me sentí algo raro, algo molesto, nada más. Una vez en su sitio, aquello no se movió, permaneció tranquilo, y pude persuadirme de que no tenía nada, de que era una falsa alarma. Y ahora crece.” (Sartre, 1938)
La conciencia siempre está llamándonos a la puerta. Sabemos que existe el hambre, la enfermedad, la desgracia, el desequilibrio y daño en la naturaleza; sin embargo, la indiferencia reina entre las mentes pobres. Algunas personas que están obligadas a saber, viven en la ignorancia por comodidad, por falta de interés, por temor a sacrificar su estilo de vida. A pesar de esto, durante las últimas décadas han estallado movimientos, especialmente protagonizado por jóvenes, que hacen posible un cambio.
Nos han hablado mil veces acerca del cambio climático, el calentamiento global, la extinción de especies, etc. Y afortunadamente se han tomado acciones al respecto impulsadas por distintas organizaciones. No obstante, hoy no pretendo concientizarlos acerca de mejorar sus hábitos; hoy deseo invitarlos a meditar sobre lo que saben, lo que creen y lo que ignoran en general.
En internet existe información de casi cualquier tipo, pero la capacidad de pensamiento crítico para hacer un juicio sobre su veracidad, resulta difícil. Muchas veces uno se limita al conocimiento adquirido en clase, a los datos que escucha en el noticiero, en la radio, a lo que dicen los mayores basándose en la experiencia. Pero si penetramos a profundidad sobre algún tema, observaremos un espacio repleto de puertas, y al cruzarlas, se visualizarán distintas perspectivas enriquecedoras.
En esta base de datos, los umbrales más confiables son los libros. Nos han repetido mil veces la importancia de la lectura para cultivar la mente, lo que es absolutamente correcto. Lo más significativo que hacen los libros es ejercitar la imaginación y por ende la creatividad. Por esto, aprender se convierte en una tarea más fácil, pues ocupando ambos hemisferios del cerebro, no te limitas a pensar de forma lógica (hemisferio izquierdo) en un problema de física o matemáticas, sino también creativamente.
El 95% del cerebro se encuentra inactivo, y aun así un banco de memoria equivalente por lo menos a una enciclopedia de diez billones de páginas está disponible en este momento. Entonces, reitero la invitación para a adentrarse en nuevos mares del saber y observar este mundo que nos rodea con distintos ojos, desde la inocencia que subsiste por la niñez innata de la cual es imposible desprendernos.
Ahora que nos encontramos en una etapa formativa, estudiando lo que nos mueve, procurando el bienestar de los seres vivos, la gente y el planeta, tenemos la responsabilidad, o si se quiere ver así, la obligación del saber. Y probablemente al saber nos sentiremos incómodos, tal vez enfermos, raros, molestos, pero la calma siempre llega y la certeza es medicina.
Samantha Arriaga.
Estudiante de primer semestre de Ingeniería en Desarrollo Sustentable.